Manifiesto GEDIACH

 

Julio 2024

 

 

El GEDIACH (Grupo Latinoamericano de Estudios sobre Dialéctica y Lucha de Clases) es un grupo de trabajadores del pensamiento y la cultura, investigadores, docentes, estudiantes e intelectuales de variados ámbitos de acción, que coincidimos en la necesidad de construir un espacio de pensamiento crítico y contrahegemónico, emancipado de todo condicionamiento institucional que limite la posibilidad de producir insumos teóricos imprescindibles para comprender la realidad y conducir a una praxis política transformadora y superadora de la sumisión capitalista del presente. El pensamiento crítico es aquel que busca transformar la sociedad mediante la identificación y el cuestionamiento de las estructuras de poder, luchando contra las limitaciones del sentido común y las del orden político instituido que sostienen y avalan las formas de dominación. La teoría crítica no se conforma con comprender el mundo, sino que también pretende cambiarlo. Es una herramienta para intervenir e incidir en la realidad de manera efectiva e implica reconocer como base al materialismo histórico y al análisis dialéctico desde un tipo de pensamiento antidogmático, que a la vez se aleja del estéril relativismo que abandona la búsqueda de la verdad y de todo criterio de objetividad. Además debemos diferenciarnos de lo que engañosamente se presenta hoy como “pensamiento crítico” y dice cuestionar al saber instituido pero desde una base irracionalista, con sesgos anti científicos o pseudocientíficos, que sólo nutre y reproduce las limitaciones reformistas del progresismo políticamente correcto.

La propuesta es ejercer un pensamiento que permita el análisis de la situación actual de una manera compleja, a contramano de las interpretaciones, tanto social-demócratas liberal-progresistas, como de una izquierda que si bien en un pasado reciente supo construir algunas herramientas clasistas, ha perdido en el presente mayoritariamente esta impronta para encolumnarse tras el sentido común dominante. Sentido éste que impone una mirada posmoderna, fragmentaria y particularista, que prioriza como actores del conflicto social a las diversidades identitarias y la lucha por derechos de minorías, lo que se conoce como “movimiento woke” y que no es más que una ideología de las particularidades. La perspectiva dialéctica y el rescate de la lucha de clases como método de acceso y comprensión de la totalidad social son para nosotros la guía hacia la intervención en la realidad sociopolítica, y lo que permitiría sortear los múltiples fetiches que el poder interpone como trampas al conocimiento y en las que caen tanto el pensamiento político como el clásico academicismo de salón.

En un contexto histórico donde triunfa el individualismo, el aislamiento impotente, el escepticismo resultante de la frustración ante el fracaso de cada proyecto político que se presenta como alternativa transformadora y que apenas (en el mejor de los casos) logra atenuar la degradación de nuestra vida en un capitalismo cada vez más salvaje y depredador, intentamos construir herramientas de observación y análisis que nos permitan comprender cabalmente la enorme complejidad de las formas de dominación para poder así actuar en su transformación. Se requiere un tipo de reflexión que ayude a establecer elementos de la realidad a partir de los cuales se reconfigure un sujeto colectivo emancipador, disuelto en las últimas décadas por las transformaciones estructurales e ideológicas del capitalismo actual. No se puede imaginar, diseñar, ni mucho menos ejecutar exitosamente un proyecto revolucionario sobre el desconocimiento de la realidad, de las estrategias y dispositivos que el poder construye para sojuzgarnos. Desde el GEDIACH trabajamos entonces con este objetivo prioritario, aportar desde la teoría a la lucha de clases y la producción de recursos estratégicos necesarios para la lucha política y social en miras a la reconstrucción de la esperanza en un horizonte de transformación anticapitalista hacia el socialismo.

En la convicción que solo será posible pensar estrategias adecuadas de intervención para la superación de las continuas condiciones de explotación, opresión y alienación que el capitalismo nos impone, desde una praxis que reintegre en un sólido y común marco teórico las diferentes perspectivas disciplinarias contemporáneas (también fragmentadas en una hiperespecialización del conocimiento social) bajo la mirada de una “economía política” crítica; entendiendo a ésta como el estudio de la totalidad de las relaciones sociales estructuradas por el modo de producción mercantil, o sea, de la sociedad y la cultura en el capitalismo. Esto implica el asumir un desafío permanente de comunicación y discusión para un abordaje más profundo de toda la complejidad de la realidad sociopolítica, económica y cultural de la sociedad contemporánea, que renueva y perfecciona cada día más sus patrones de explotación y dominación, tanto del hombre por el hombre como del hombre sobre la naturaleza.

La intención es desplegar diversas estrategias de análisis, reflexión y participación, que nos permitan una interpretación, explicación y acción alternativas a esta compleja realidad que es mayoritariamente examinada desde miradas sesgadas y superficiales. Una lectura dialéctica está absolutamente ligada a semejante desafío, rescatando toda la historia del pensar crítico-dialéctico, que las perspectivas hegemónicas, tanto conservadoras como progresistas, hoy pretenden dar por perimido.

A partir de esto nos proponemos entender, analizar y desarrollar los siguientes ejes:

  • Transformaciones en la geopolítica que marcan el inicio de la decadencia norteamericana, dando lugar a un mundo multipolar, en donde las naciones del Pacífico y de la región Euroasíatica (tales como China, Rusia, India, Irán, etc) comienzan a torcer el rumbo de la historia contemporánea disputando la hegemonía europea-norteamericana, e instalando nuevos valores asociados tanto a su estrate-gia económica como política. Ante esta disputa el imperialismo norteamericano y sus aliados de la OTAN llevan al mundo a una escalada bélica y refuerzan su control sobre áreas estratégicas para conservar su supremacía. Por “mundo unipolar” entendemos la pretensión de Estados Unidos de mantener su dominio geopolítico, económico y militar, así como promover sus valores e intereses a nivel global. Un mundo multipolar pondría en riesgo su control político y económico; por eso su oposición a los BRICS y a organismos de integración Latinoamericana como UNASUR y CELAC que puedan debilitar su hegemonía.
    Mientras tanto aparece en el debate teórico lo que se presenta como una gran oposición entre globalismo y soberanismo. La oposición al globalismo no es necesariamente nacionalista ni conservadora, aunque es más visible desde estas posturas. Se puede defender la soberanía de los pueblos y naciones desde un enfoque de izquierda que defienda la independencia económica, la autonomía nacional y toda forma de resistencia al capitalismo globalizado de predominio financiero. Defender el soberanismo desde una perspectiva de izquierda, clasista, no significa identificarse con los regímenes políticos de países particulares, sino sostener un posicionamiento geopolítico antiimperialista en el presente escenario. Vale recordar lo dicho en el Manifiesto Comunista: “Los obreros no tienen patria, no se les puede arrebatar lo que no poseen, más, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués”. Será entonces clave la definición de Latinoamérica en esta disputa global y su análisis.

     

  • Cambio al interior de las fracciones capitalistas desde el dominio del capital industrial hasta su actual subordinación a las fracciones más agresivas y depredadoras del capital financiero global. Este proceso de concentración y “financiarización” de la economía, originado en parte por los desarrollos tecnológicos que permitieron la libre e inmediata movilidad del capital, tiene enormes consecuencias sobre la producción y el trabajo, y sobre su relación con los Estados-nación, por lo tanto sobre la política doméstica y la vida de las poblaciones. El dominio del capital financiero se desentiende de las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo e incrementa su tensión con el Estado en tanto herramienta de disciplinamiento, buscando debilitar su faceta más regulacionista (destruyendo en esta movida las protecciones que pudiera brindar a su población), reorientándolo así hacia procesos de liberalización extrema, desnacionalización, pauperización y expulsión en masa (creando la figura del excluido, precariado y hasta desplazado/refugiado). Es importante resaltar la interrelación entre el capital industrial y el capital financiero, y las tensiones o contradicciones que se generan entre éste último y los Estados Nación. Esta nueva configuración de intereses, tanto a escala global como nacional, nos lleva a interrogar si estamos frente a una dirección directa del capital, sin “directorios” locales intermediando, y a cuestionar el rol que jugaría hoy el Estado frente a dichos capitales.
    Pero además su voracidad de liquidez y su urgencia, ya que para el capital especulativo el tiempo “vale oro”, intervienen y modifican totalmente la planificación de los procesos productivos, administrativos y de inversión, imponiendo su propia modalidad, con enormes consecuencias en la sociedad, tanto a nivel material como subjetivo. Dice Marx que de todas las formas de capital “el fetiche más completo es el capital que rinde interés”, es “el fetiche automático, el valor que se valoriza, el dinero que produce dinero, y en esta forma ya no ostenta huella alguna de su origen. La relación social se consuma como una relación de cosas entre sí”.

     

  • El mundo del trabajo. La diversificación, fragmentación, pauperización, y la transformación en cuenta-propista de buena parte de la clase trabajadora ha generado una pérdida de conciencia de la clase junto a la asunción de una identidad asentada en el self-empowerment, que conduce a una exacerbación de la salida individual y un desprecio de la lucha colectiva, perdiendo reconocimiento de la condición de explotado y abandonando, por lo tanto, todo proyecto de superación revolucionaria. En el mundo del trabajo formal la figura del “asalariado”, y ahora figuras como el “ejecutivo” o el “emprendedor” son fetiches que ocultan el antagonismo capital-trabajo y aparece la naturalización y el consentimiento de los trabajadores al sistema capitalista que lleva, en el marco actual de indigencia conceptual, a hablar de “servidumbre voluntaria”. Pero hoy el capital financiero ha logrado imponer las transformaciones que hicieron emerger el “poder accionarial” y la desregulación competitiva de los mercados de bienes y servicios. Al interior de las empresas el dominio de “accionistas” transnacionales sobre “directorios” (en general nacionales) con poca o ninguna regulación estatal, dan rienda suelta a las ambiciones ilimitadas de liquidez. Esto modifica totalmente las formas de administración bajo el imperativo de la rentabilidad financiera, y se refleja en las condiciones de trabajo con imposición de tareas de contornos borrosos, movilidad permanente, exigencia de capacitación constante por la innovación tecnológica, más requisitos de “creatividad”, “flexibilidad” y actitud “proactiva” (explotación de habilidades blandas) ante las demandas de posiciones laboral siempre inestables. En este contexto desregulado la posibilidad de “desvinculación” (eufemismo de despido) o de re-localización de empresas (eufemismo de cierre o clausura) tiene cada vez menos trabas. La ambición del capital es el sometimiento total del esfuerzo alienado de los asalariados a sus “directivos”, con un incremento exponencial de la presión, la inseguridad y la ansiedad sobre los trabajadores. Como vemos el “consentimiento” a la sujeción salarial sigue teniendo mucho más de coacción que de “voluntad”, aunque los nuevos métodos gerenciales sean capaces de movilizar nuevas pasiones alegres, como la percepción de mayores márgenes de libertad y movilidad en el trabajo freelance, el homeworking o en la “economía de plataformas”. Pero también avanzan con la datificación de las conductas y la digitalización de los controles sobre la intimidad y el tiempo de ocio tendiendo a una indistinción entre vida privada y trabajo con la consecuente extensión de la jornada laboral, lo cual nos remite a las condiciones en las que se desarrolló el capitalismo en sus albores.

    A este panorama de las condiciones en el mundo del “trabajo formal” hay que agregarle la emergencia del “precariado” y una nueva lumpenización en el inmenso mundo del trabajo informal, sobre todo en nuestra región, donde crece la desocupación, la pobreza y la indigencia. Además durante el ciclo de gobiernos populistas, sus políticas redistributivas vía ampliación del mercado interno, han estimulado el consumismo y el endeudamiento privado de las masas dando acceso al crédito bancario e incorporando una gran parte de los trabajadores al sistema financiero que redoblaron la dependencia por la coacción de los exorbitantes intereses de los consumos en cuotas o de los microcréditos personales. Hoy los celulares bombardean con la oferta de una cantidad infinita de aplicaciones que prometen créditos instantáneos, además de miles de plataformas de apuestas on line con premios millonarios (que en muchos casos funcionan como mecanismos de lavado de dinero), o inversiones bursátiles o en criptomonedas, que también aseguran ganancias fabulosas y sin esfuerzo alguno. Esto es no sólo un drenaje perverso de los magros bolsillos populares sino también una fábrica de ludópatas y adictos severos y endeudados, lo que agrega grandes dosis de enfermedad y desesperación a la vida de muchos. Es que el capitalismo requiere cada vez más de circuitos ilegales para su reproducción (juego, tráfico de drogas, armas y personas) y no tiene escrúpulos por las consecuencias que ocasiona.

  • La dimensión económica-productiva. Mientras la contradicción en la relación capital-trabajo se tensa con la renovación de métodos gerenciales y su apelación a un alineamiento subjetivo total al capital a través de la explotación de características subjetivas que refuerzan la dependencia, la inseguridad y la angustia, se aliena cada vez más la figura del trabajador con el fetiche del “emprendedor” o el “colaborador independiente”. Asimismo, en la producción, el capital avanza con estrategias de consumo más efectivas y cada vez más refinadas para profundizar la dependencia, manipulando el “deseo de objeto”. Esto va desde la “obsolescencia programada” de los bienes tangibles que lleva a la caducidad más rápida de todos los productos, obligando al recambio permanente; hasta la evidente tendencia (con el desarrollo de los consumos digitales) de someternos como “usuarios” a eternos sistemas de suscripción que debemos pagar por meros accesos a servidores o plataformas que retienen el control de los productos que ofrecen. Lo vemos particularmente en la industria del software o de los productos culturales: música, cine, deportes, etc. con plataformas de streaming donde ya no hay acceso libre o posibilidad de compra o descarga y el “proveedor” retiene todos los derechos sobre las mercancías que comercializa, quedando a merced de sus permanentes extorsiones con mayores requerimientos que incrementan sostenidamente el sometimiento de los individuos al capital. La misma lógica se reproduce en los paquetes tecnológicos aplicados a la producción agropecuaria: semillas transgénicas, agroquímicos, etc.
    Debido a la reconfiguración de la división internacional del trabajo mientras la producción industrial en sus ramas de punta o más dinámicas incorpora aceleradamente tecnología y robotización, logrando que muy pocos obreros de alta calificación alcancen mayor productividad en muy poco tiempo, encontramos otros lugares del planeta donde crece exponencialmente la demanda de mano de obra industrial, o zonas de maquilas donde las condiciones de trabajo parecen de siglos pasados. La planificación globalizada de la producción genera población sobrante para el capital en muchos lugares, y tasas récord de ocupación industrial en otros; siempre detrás de abaratar sus costos pagando menores salarios. También presiona a los gobiernos dóciles por apropiarse de la renta diferencial de recursos naturales y materias primas, avasallando la soberanía en los países periféricos. De esta manera, aumenta el margen de ganancias que alimenta el circuito financiero y la concentración del capital productivo.
    En estas transformaciones podemos ver la materialidad de la hegemonía del capital financiero en la estructura misma del sistema capitalista y cómo el modo de producción mercantil determina la subjetividad y la actividad creativa de los individuos en el campo concreto de las opciones económico-sociales y en la totalidad de “la vida pasional colectiva”.

  • En estas primeras décadas del siglo XXI presenciamos las consecuencias del acelerado cambio tecnológico, con la generalización de dispositivos personales, el desarrollo de la IA y el refinamiento de estrategias de segmentación que potencian de manera inédita la capacidad de penetración y control ideológico sobre grandes poblaciones. En esta “sociedad del espectáculo”, de maximizada alienación socio-subjetiva, ahora potenciada a través de internet, será fundamental un análisis profundo y pormenorizado de las nuevas estrategias de dominación cultural e ideológica, de la conformación de subjetividades sumisas, de “servidumbre voluntaria”, prestando especial atención a la Teoría del Fetichismo, no como un apéndice menor de la teoría del valor de Marx, sino como “la teoría general de las relaciones de producción en una sociedad capitalista mercantil”, ya que esto nos permite comprender los fenómenos de alienación e irracionalismo, del alarmante crecimiento de padecimientos psíquicos entre muchedumbres aisladas y solitarias, sometidas a una virtualidad en que se impone “la imagen” sin anclaje en la realidad ni en la materialidad de la experiencia vital.
    Debemos profundizar, en torno a este eje, las enormes consecuencias sociales de la Pandemia de Covid 19 y las políticas de aislamiento preventivo, de qué manera influyeron y si continúan operando, tanto en la generalización de la virtualización de relaciones intersubjetivas con la consiguiente limitación del encuentro de las personas, como en cuestiones tan fundamentales como el establecimiento de las redes sociales como ámbito excluyente de acceso a la información y al debate político, y su impacto a nivel cognitivo con la indistinción entre realidad y ficción. Fenómenos como la efectividad de “Fake News” en la desinformación, el engaño, el desprestigio de personas, instituciones o propuestas político ideológicas y su poder de manipulación de la opinión pública; la cancelación y el escrache que suspende toda presunción de inocencia y el derecho a defensa ante denuncias sin pruebas o hasta falsas; la aparición de “influencers” que adoctrinan y capturan la voluntad de millones de personas hasta imponer candidatos a Presidente de nula capacidad, nos ponen ante enormes problemas que debemos abordar con urgencia.

  • Rescatar desde una perspectiva histórica el ciclo de ascenso de la lucha de clases de los años ´50 y ´60 y las revoluciones que liberaron a muchos países del Tercer Mundo del yugo imperial, pero que no pudieron consolidarse, tanto por errores internos como por el fracaso del socialismo real: las consecuencias de la caída del bloque soviético se hicieron sentir como pérdida de confianza en la revolución socialista, y afectó también la continuidad de los Estados de Bienestar en Occidente que al desaparecer un sistema antagonista desmontaron muchos de los beneficios y protecciones en parte conquistadas por los trabajadores y en parte como dispositivos de contención de la lucha de clases. Luego de la derrota sufrida en los años 70, de la cual emergieron tanto el neoliberalismo como el pensamiento posmoderno y su discurso del fin de la historia y muerte de las ideologías, la crisis de las izquierdas se expresó en Europa con el “eurocomunismo” que fue arreando todas sus banderas revolucionarias, y en Latinoamérica la izquierda no pudo conducir el descontento que las políticas neoliberales generaban hacia alternativas superadoras del capitalismo. El surgimiento de liderazgos progresistas en América del Sur viene capitalizando electoralmente el proceso de movilización popular y sus demandas, sin que los “partidos marxistas” preexistentes (ya sin perspectiva clasista) pudieran incidir en el proceso político; sumándose, en algunos casos de forma subordinada al progresismo, o en otros, manteniendo su condición marginal o directamente desapareciendo. Llegamos a un punto culminante de este proceso con el actual resurgimiento de propuestas conservadoras de derecha y de extrema derecha que oscilan entre la defensa del individualismo extremo y formas reactivas al mismo que reivindican cierta base comunitaria de tradición y nacionalismo, que encuentra eco en masas despolitizadas y despojadas de toda perspectiva que cuestione al capitalismo. La reconstrucción del proceso histórico es fundamental para comprender estos ciclos de ascenso y reflujo de la lucha de clases y cómo lo que aparece como “novedades” o “resurgimientos” se explican por los cambios en la correlación de fuerzas entre las clases.

  • El progresismo Latinomericano. Post guerra fría y de la mano de la crisis y caída de las experiencias del socialismo real, comienzan a emerger en América Latina una serie de propuestas “progresistas” que llegaron al gobierno de sus respectivos países como los referentes de la lucha anti-neoliberal. Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador y Argentina en una primera etapa, para completarse, luego de algún reflujo, con México, Colombia y en parte Chile, encarnaron la supuesta superación de las prédicas neo-conservadoras, bajo un discurso de “Naciones Hermanas” en pos de avanzar en el sueño de la Patria Grande. Una vez en el poder los gobiernos progresistas, ya sean más social-liberales y/o más populistas, aunque accedieron a él con el apoyo de las masas afectadas por el neoliberalismo, adoptarán como estrategia central la lucha electoral limando todo elemento de radicalidad para alejarse del viejo objetivo: la revolución. Siempre cultores de la conciliación de clases, estas experiencias se caracterizan por modelos económicos que buscan hacer reformas orientadas por principios neo-desarrollistas y keynesianos, con algún matiz proteccionista. Esto hizo que en gran parte de la región durante estos gobiernos mejoren los salarios, suban las tasas de empleo y se amplíen protecciones sociales, con la consecuente mejoría en las condiciones de vida de sectores populares. Pese a esto, la coyuntura internacional, el aumento de las materias primas en el mercado mundial y la demanda China, llevaron a que muchas de estas economías se reprimarizaron notoriamente. Con una férrea discursividad a favor de la democracia formal, se ha nutrido también muy fuertemente de la teoría de las “diversidades” y la ideología de las particularidades que reemplaza y anula toda lucha interclasista, velando la discusión sobre el capitalismo como modo de explotación y opresión de la clase trabajadora.
    La muerte prematura de Chávez, líder emblemático de este proceso, y el posterior bloqueo económico a Venezuela; la sucesión de “golpes blandos” (a Lugo en Paraguay, Correa en Ecuador, Lula da Silva en Brasil) con fuertes operaciones mediáticas y “law fare”; golpes no tan blandos como el que sacó a Evo Morales de Bolivia; causas judiciales y campañas de acusaciones de corrupción contra Cristina Kirchner, muestran que el imperialismo yankee  no toleraría ningún potencial proceso de integración en su patio trasero.
    En este momento de declive de lo que fuera esa propuesta de unidad Latinoamericana, es importante observar cómo las clases dominantes tienen la capacidad de retomar y profundizar tareas incumplidas en nuevas coyunturas favorables, ante la debilidad de los gobiernos progresistas para realizar cambios profundos y transformaciones estructurales. Como ejemplo pensemos en el frustrado proyecto del Banco del Sur y la creación de una moneda regional, o en Argentina, la no derogación de la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz sancionada durante la dictadura, o que no se revirtiera durante los mandatos del kirchnerismo la descentralización del sistema educativo que hizo Menem e inició un proceso de profunda decadencia en la calidad de la educación. Esto facilitó que el macrismo volviera al endeudamiento salvaje con el FMI o que hoy Milei avance y profundice las políticas desreguladoras y privatistas iniciadas durante el menemismo.

  • Emergencia de otras contradicciones como nuevos o renovados espacios de lucha. A partir de los años ´60 nuevas transformaciones emergen en el proceso de conflictividad. Ante cierta declinación de la clase obrera como sujeto de avanzada, aparecen tanto nuevos sujetos colectivos como clivajes de reivindicaciones y conflictos, al mismo tiempo que en América Latina y todo el tercer mundo evoluciona un clima revolucionario en donde el campesinado, los grupos armados y las organizaciones comunistas o de liberación libran exitosas transformaciones políticas. Respecto de los nuevos sujetos y reivindicaciones, vale apuntar su carácter predominantemente sectorial, sin horizonte de un cambio global, a pesar de lo cual le marcan a la propuesta anti-capitalista dominante un llamado de atención respecto a dimensiones no resueltas ni atendidas por el “socialismo real”. Ya entrado el siglo XXI y ante la licuación de la lucha obrera, estos sujetos colectivos de protesta, son mayormente cooptados, por la nueva estrategia socialdemócrata (asociada en buena parte al capital financiero) de “banalización” de las luchas en tanto reivindicaciones de intereses de minorías o parcialidades, entronadas como único objetivo a seguir, anulando así, con mayor énfasis todavía, toda estrategia de cambio del modo de producción. Aparece así un ecologismo negacionista de toda forma de desarrollo; un campesinado transformado, vía una operación ideológica, en “indigenismo” y “pueblos originarios”; un fuerte impulso espiritualista “new age” anti modernidad y anti desarrollo material, y una ideología de minorías y parcialidades que trastoca anteriores situaciones de discriminación en nuevos privilegios (todos con un aporte importante desde la Academia). Se instala en consecuencia un escenario de luchas fragmentadas o intra-clase, desviando así con un éxito notable, la confrontación con los verdaderos resortes del poder de sumisión y dominación, que siempre sigue siendo el Capital.

  • Por cuanto es destacable el papel de la ciencia y la tecnología en la planificación de una sociedad igualitaria, se hace indispensable denunciar la colonización del sistema científico-académico por las lógicas productivistas formales del Banco Mundial, profundizando aquello que ya Varsavsky en los años ´70 del siglo pasado definiera como “cientificismo”. Es decir reducir el conocimiento a estrategias de competencia por recursos y evaluaciones discriminatorias, basadas en premios y castigos que solo responden a formalidades de publicación y a una creciente mercantilización del saber científico-técnico. Es decir que toda investigación guiada por premisas críticas en pos de la superación de las distintas formas de alienación hoy ya no tiene cabida y en su lugar lo que prima es una carrera por la cantidad de publicaciones en las llamadas “revistas de alto impacto” y el número de citaciones que esto puede generar. Participan de este fenómeno tanto aquellos académicos que se posicionan desde el neoliberalismo o social liberalismo, así como progresistas y de izquierda. Desde este credo cientificista y a través de Fundaciones, ONG’s, entes de financiamiento públicos y privados, se promueven diversos “mecanismos de consagración” disciplinaria como modo de cooptación de profesionales que aporten a procesos de construcción de hegemonía basados en los cánones ideológico-culturales del poder dominante (en varios o muchos casos impulsados y promocionados desde agencias de inteligencia que tienen, obviamente, un interés particular en el mundo de la producción de conocimiento). Actualmente la Academia y estas organizaciones para-estatales, representan el principal motor intelectual de la estrategia de las diversidades, para fraccionar a la clase trabajadora en sujetos particulares de base identitaria o de género (como profesa la ideología woke) que censura, cancela y persigue a pares bajo supuestas premisas igualitarias.

  • Los ejes naturaleza, y recursos naturales representan una dimensión fundamental en la actual etapa de desarrollo de las fuerzas productivas. Es clave discutir una política ambiental soberana basada en el uso racional de los recursos naturales orientado al mejoramiento del nivel de vida de la población y la solidaridad intergeneracional. La planificación vía la aplicación del conocimiento científico y la tecnología orientadas a la maximización de los recursos debieran marcar la ruta. Ante el derroche y la contaminación que caracterizan a la producción capitalista los objetivos a considerar deberían apuntar a la minimización de la degradación. Esto implica una diferenciación tajante con respecto a: 1) el productivismo desarrollista burgués; 2) el “capitalismo verde” en sus versiones liberal y keynesiana; 3) el ecologismo “ingenuo” y/o “reaccionario” (primitivismo, anti moderno, anti ciencia, del “buen vivir”, neo malthusianos, folklore pre-capitalista, colapsistas, decrecentis-tas).Estrechamente correlacionado aparece la problemática de la producción y el territorio considerando criterios ambientales. La sociedad capitalista se ha caracterizado por un desprecio (interesado) por un ordenamiento ambiental del territorio. Por el contrario, se vuelve prioritaria la consideración de las limitaciones y potencialidades locales junto a una legislación acorde para lo cual, se requiere de una fuerte y decisiva intervención estatal. Se viene discutiendo, aunque tibiamente, el maximizar la eficiencia de las fuentes de energías convencionales. La búsqueda de más énfasis en este aspecto junto al desarrollo articulado con las llamadas energías alternativas (en rigor complementarias) y la investigación de nuevas fuentes aún embrionarias (nuclear de fusión, hidrógeno natural, etc.) deben ser otro punto clave. Todo esto implica interrelacionar el desarrollo de las fuerzas productivas para satisfacción de las necesidades humanas con la protección y defensa de la biodiversidad y los recursos naturales. Solo con una formación socialista se podría lograr un desarrollo que pueda satisfacer las necesidades de toda la población (ya no las del capital) a partir de un uso de los recursos con el menor impacto ambiental posible, de tal forma de no comprometer las capacidades de las futuras generaciones (lo que conlleva una revisión crítica de las prácticas productivistas depredadoras de los llamados socialismos reales).